RETOS URBANOS PARA EL CAMBIO CLIMÁTICO.
"Las ciudades pueden liderar la lucha contra el cambio climático. Si todos vamos juntos, podemos mitigar sus efectos, nadie conseguirá nada por su cuenta". Esta fue una de las conclusiones de la conferencia que Diana Reckien, experta en planificación urbana y doctora de la Universidad de Twente (Holanda), hizo el 13 de junio en el ciclo "Hagamos frente al cambio climático" de la plataforma Re-City organizado por la Fundación Catalunya Europa con la colaboración de BBVA y el apoyo del Ayuntamiento de Barcelona, el Área Metropolitana de Barcelona y el Departamento de Territorio y Sostenbilidad de la Generalitat de Catalunya.
Con el título "Retos urbanos para el cambio climático", la conferencia se hizo en el auditorio de la Fundación Antoni Tapies y estuvo moderada por Lorenzo Chelleri, asesor científico de Re-City y profesor investigador de la Universidad Internacional de Cataluña-UIC Barcelona.
Diana Reckien es profesora de la Universidad de Twente y es una de las coordinadoras principales del nuevo informe que prepara el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC). Un informe donde, por primera vez, además de relatar el impacto de la emergencia climática en el planeta, tendrá la misión de divulgar las opciones y actuaciones que podemos llevar a cabo para mitigar y adaptarnos a la crisis planetaria más grande de la historia climática reciente de la Tierra.
Tenemos buenos planes pero debemos implementarlos.
"Si no actuamos, las ciudades sufrirán las principales consecuencias de fenómenos extremos, como lluvias abundantes, inundaciones, sequías u oleadas de calor, con incidencia tanto en los sectores económicos como sociales. La falta de agua será otro de los problemas, especialmente en la región del Mediterráneo ". Afirma Diana Reckien, que lidera un grupo de investigadores europeos para evaluar cómo se preparan las ciudades de los 28 países de la UE ante esta emergencia climática. Desde hace años, analizan los planes climáticos de las ciudades para comprobar si las medidas que plantean serán suficientes para cumplir con los Acuerdos de París de 2015 y con el último informe del IPPC que limita a 1,5°C el aumento de la temperatura del planeta.
Según Reckien, para lograr esos objetivos deberíamos reducir un 45% las emisiones de C02 antes de 2030 y llegar a cero emisiones en 2050. "Hoy en día tenemos la tecnología suficiente para hacerlo y, incluso, podemos retirar el C02 ya existente en la atmósfera, mediante una técnica de encapsulamiento de los gases contaminantes", explicó la experta mientras lamentaba que los gobiernos no se hayan preocupado hasta ahora por la sostenibilidad del planeta, cuando ya hace más de 40 años que éramos conscientes del problema. Sin embargo, advierte que los Acuerdos de París no son suficientes: "aunque los gobiernos los cumplieran todos, tan sólo podríamos limitar el calentamiento del planeta en 3°C, muy lejos de las recomendaciones de los expertos de la ONU. Es evidente, que sólo podremos conseguirlo si cooperamos entre todos, nadie conseguirá nada por su cuenta y, por tanto, las ciudades pueden jugar un papel muy importante. Nos toca actuar y pasar ya a la fase de la implementación de medidas".
Hay una brecha entre las ciudades del sur y el norte de Europa.
El estudio liderado por Reckien comenzó en 2013 con 200 ciudades y 2016 se amplió a 885, de las cuales más de la mitad tienen planes de mitigación y el 26% planes de adaptación, pero la tercera parte de las ciudades de la Unión Europea todavía no tienen ningún plan. En tres años, ha crecido el número de ciudades que se han dotado de planes climáticos, especialmente en países como España o Italia, pero todavía hay una brecha importante entre el sur y el norte de Europa, donde países como el Reino Unido, Dinamarca o Eslovaquia han sido pioneros en este tipo de planes. Uno de los paises con más tradición es el Reino Unido que creó su primer plan climático hace diez años y suele renovar sus planes locales cada dos años. Además, el Reino Unido, es de los pocos países europeos que cuenta con una ley de ámbito estatal que obliga a los ayuntamientos a crear sus propios planes locales de mitigación o adaptación para hacer frente al cambio climático. Franca, Alemania o los Países Bajos también tienen leyes de este tipo que además sirven para que los ciudadanos sean cada vez más conscientes del problema.
Dentro de los diferentes tipos de planes, la mayoría se centran en objetivos concretos como la reducción de la emisión de gases contaminantes. Pero también están los planes sectoriales (por ejemplo, centrados en sectores como el transporte o la tecnología) y los generalistas, diseñados desde un punto de vista más amplio o transversal (planes de ámbito supramunicipal o europeo para hacer frente a retos más globales como la falta de agua, la contaminación, la sostenibilidad, etc.).
Para avanzar más lejos, objetivos a corto plazo.
Con todo, Reckien considera que cuanto más concretos sean los planes mejor, ya que a menudo se tiende a elaborar planes demasiado generalistas con objetivos poco concretos que luego no se cumplen. Tan importante es tener planes climáticos, recuerda Reckien, como capacidad para implementarlos, hacer un seguimiento, y revisarlos en función del resultado de sus medidas. "Debemos fijarnos objetivos concretos a corto plazo, para poder avanzar más lejos ", recomienda esta experta.
Otra de las conclusiones preocupantes del estudio es la relación directa entre el PIB de las ciudades y la existencia de planes climáticos. A menudo las ciudades con tasas más altas de pobreza o desempleo, no perciben la emergencia climática como un problema urgente o grave y por tanto, no cuentan con planes propios. Algo más habitual entre las ciudades del sur de Europa. Una situación que, Reckien, considera que hay que revertir con redes de ayuda mutua, partenariados o leyes estatales que permitan el intercambio de experiencias y recursos entre las ciudades para luchar conjuntamente contra el cambio climático. "Todas las ciudades deben tener sus propios planes, no sólo las más grandes o las que tengan más capacidad financiera o institucional", sostiene la experta que, precisamente, ve el cambio climático como una posibilidad de desarrollar nuevas actividades económicas y oportunidades laborales.
Otro hecho paradigmático, es la falta de planes entre las ciudades costeras, quizá porque, según explica la profesora, históricamente son áreas que han vivido muchos cambios climatológicos y aún pervive la creencia de que esta vez también se podrán superar los problemas derivados de la emergencia climática actual. Pero son ciudades que, sino hacen nada, están muy expuestas al aumento del nivel del mar y posibles inundaciones.
Los colectivos más vulnerables y el ejemplo de Barcelona.
En su conferencia también alertó que algunos de los planes no tienen en cuenta los colectivos más vulnerables como las personas mayores o menos recursos, los niños, los enfermos o los migrantes, que pueden sufrir más las consecuencias de la sequía, el calor o la contaminación. Ante esto, la experta en planificación urbana, recomienda que los planes también incidan en los problemas de desigualdad social y se hagan con la máxima participación ciudadana posible, a fin de integrar también estos colectivos más desprotegidos.
"Siempre es mejor la participación y el diseño de los planes de abajo hacia arriba, pero a veces hay que imponer algunas regulaciones o tomar decisiones impopulares", explicó Reckien, que puso como ejemplo la proliferación de coches, motocicletas, bicicletas o patinetes compartidos. Un fenómeno que considera que no ayuda a disminuir el tráfico privado, ya que los usuarios de estos vehículos compartidos suelen ser usuarios del transporte público, y no los conductores de vehículos privados. Para reducir la circulación de coches, hay una regulación para restringir el tráfico individual y fomentar el transporte colectivo.
Finalmente, Reckien puso como ejemplo, el Plan Clima del Ayuntamiento de Barcelona que calificó de "ambicioso y muy prometedor", entre otras cosas, por la promoción de los entornos verdes en la ciudad con una estrategia de plantación de árboles y nuevas zonas verdes que favorecen la sostenibilidad y ayudan a reducir el calor y la contaminación. Además, dijo, es una forma de reducir el riesgo de inundaciones para que la tierra puede retener mejor el agua.
"Nuestro mundo será un lugar mejor si entre todos contribuimos en la medida de nuestras posibilidades" sentenció Reckien después de animar a los asistentes a participar y hacer presión para exigir cambios políticos, ya que "nos jugamos demasiado y debemos dotarnos de planes climáticos serios, dinámicos y ambiciosos".