Conferencia en línea
LA CIUDAD Y LA EXPERIENCIA DE LA DIVERSIDAD
“Debemos poner en valor la diversidad en las ciudades, ya que lo contrario lleva a la segregación y la radicalización”. Esta fue una de las recetas del filósofo Daniel Innerarity para avanzar hacia modelos de ciudades más democráticas, heterogéneas e igualitarias. Daniel Innerarity fue el encargado de cerrar el 22 de junio el ciclo “Por un futuro intercultural” de la plataforma Re-City organizado por la Fundació Catalunya Europa con La Caixa, el Club Roma y el apoyo del Ayuntamiento de Barcelona, el Área Metropolitana de Barcelona y la Generalitat de Catalunya.
El catedrático de filosofía política de la Universidad del País Vasco, pronunció la ponencia “La ciudad y la experiencia de la diversidad” que fue moderada por la coordinadora del ciclo, Gemma Pinyol, directora de políticas migratorias y diversidad en Instrategies y coordinadora de la RECI-Ciudades Interculturales. Gemma Pinyol explico que “el ciclo ha querido abordar la gestión de la diversidad con una mirada local, poniendo el foco en la ciudad, ya que es el lugar donde se da la convivencia real. Además, queremos visibilizar las múltiples diversidades en un contexto de desigualdades crecientes que la pandemia del coronavirus aún ha agudizado más”. A pesar del potencial que tienen las ciudades, “no siempre tienen suficiente voz a nivel internacional pero siempre tienen la responsabilidad de gestionar la diversidad”, afirmó también Pinyol.
Sin duda, Daniel Innerarity, es una de las voces más autorizadas y con mayor prestigio para analizar la gestión de la diversidad desde las ciudades, por su amplia trayectoria académica y reconocimiento internacional. Además de investigador de Ikerbasque en la Universidad del País Vasco, es director del Instituto de Gobernanza Democrática, ha sido profesor e investigador en diversas universidades europeas, es colaborador de diversos medios de comunicación y está considerado uno de los 25 grandes pensadores del mundo por la revista francesa Le Nouvel Observateur. En cuanto a su obra más reciente, cabe destacar libros como “Comprender la democracia”, “Una teoría de la democracia compleja” y el más reciente “Pandemocracia. Una filosofía de la crisis del coronavirus” que pone de manifiesto las deficiencias de nuestro sistema que la covid ha puesto en evidencia.
La ciudad, sinónimo de civilización y convivencia.
Daniel Innerarity describió la ciudad como el lugar que a lo largo de la historia ha simbolizado la civilización, la diversidad y la convivencia. “La gran aportación de la ciudad a la cultura ha sido la capacidad de crear un lugar de convivencia para los extraños. Por naturaleza es el lugar más apropiado para los extraños y para crear la cultura de la diferencia, la diversidad, la mezcla y la novedad. La ciudad es una gran yuxtaposición inabarcable de pobres y ricos, jóvenes y viejos, nativos y foráneos, etc. y permite una heterogeneidad que no se da en el campo y los pueblos”. A modo de anécdota, el filósofo vasco dijo que “la ciudad es un lugar donde lo sorprendente es encontrarse con alguien conocido, a diferencia de lo que ocurre en los pueblos donde conoces a todo el mundo. En el pueblo lo que es extraño es encontrarte con alguien extraño. En la ciudad, en cambio, lo extraño es encontrarse con alguien conocido”.
La ciudad, según Daniel Innerarity, es un conjunto de desconocidos, extraños y extranjeros. Y por eso, siempre ha sido “una promesa utópica de emancipación económica y política, y desde el punto de vista social y cultural ha sido un lugar de integración, aceptación de la diferencia y de liberación de las coacciones del clan familiar o de los controles sociales de las comunidades rurales”. En este sentido, recordó que sociólogo alemán Georg Simmel ya escribió en 1903 en el libro “La gran ciudad y la vida cultural”, como en las ciudades “establecemos relaciones impersonales y funcionales, según nuestros intereses comunes, sin importar la ideología, religión u orientación sexual de las personas, lo cual facilita la integración y aceptación de los que llegan a ella”. De hecho, la ciudad se “inventa” el concepto de la privacidad, frente al espacio público, que permite el anonimato y la discreción, incluso tener una vida secreta o empezar una nueva vida ante la indiferencia de nuestros conciudadanos. Como decía el filósofo francés Charles Montesquieu “la ciudad es un lugar de relativa y generalizada indiferencia”, es decir, donde la indiferencia puede ser una virtud, apuntó Daniel Innerarity.
Al mismo tiempo, junto a esta visión de lugar de emancipación, el ponente también recordó que la ciudad ha sido descrita por “el imaginario más reaccionario, como un lugar de soledad, desprotección y corrupción en contraposición a la comunidad rural como lugar de pureza natural y las buenas costumbres. Una visión muy extendida, por ejemplo, en los Estados Unidos, donde los granjeros estaban considerados los buenos americanos”.
Las transformaciones urbanas.
Históricamente, según Innerarity, las ciudades se han caracterizado por tres elementos:
- La centralidad: la idea de que existe una relación entre centro y periferia, donde existe la catedral, el Ayuntamiento, la policía y el mercado.
- La contraposición entre la ciudad y el campo, entre ella misma y el exterior.
- La mezcla funcional y social, es decir, una yuxtaposición de viviendas, comercios, instituciones políticas, religiosas, o sociales, todo en un mismo espacio bastante limitado.
Estas tres dimensiones siempre han estado muy arraigadas pero con el tiempo han ido desapareciendo con las transformaciones urbanas que han sufrido las ciudades.
“Actualmente, el centro de las ciudades ya no concentra el poder político, económico, militar o religioso, sino que se ha dispersado en distintos puntos de la ciudad, y se ha convertido en el simbolismo de una expresión de poder anacrónico y muy alejado de nuestro actual modelo de vida. A la vez se ha perdido la contraposición entre la ciudad y el campo, ya que podemos vivir en un pueblo pero estar cerca de una ciudad sin renunciar a los beneficios de la vida urbana”. Al mismo tiempo, según Daniel Innerarity, estamos asistiendo a un proceso de “fragmentación y segregación donde se crean zonas diferenciadas, sin relación entre sí, donde apenas se da la combinación entre los extraños y desconocidos, y hay una búsqueda del semejante en entornos homogéneos. Así, nos encontramos, por ejemplo, con barrios donde predomina el factor étnico, la orientación sexual, la gente mayor, las familias con niños o los inmigrantes de un determinado país, u otros barrios afectados por el fenómeno de la gentrificación, o donde se realizan determinadas actividades de empresa y alta tecnología que quedan vacíos los fines de semana”.
Por eso, el filósofo advirtió del riesgo de construir “muros” o “burbujas” donde solo nos rodeamos de nuestros semejantes y vamos perdiendo la capacidad de relacionarnos con los diferentes a nosotros. “Es un fenómeno que produce radicalización. Creo que lo que más nos radicaliza es la construcción de burbujas o vecindarios en el sentido urbano pero también en el sentido mental, de personas similares a nosotros. Si entramos en espacios de gente que comparte el mismo tipo de ocio o piensa de la misma manera, se informa a través de los mismos medios de comunicación, etc... al final acabamos irritados con todo lo distinto. En cambio, si vivimos en espacios de heterogeneidad, donde recibimos mensajes diversos y que no siempre nos ratifica con lo que somos, eso crea democracia de forma casi inevitable. Mientras que si vamos hacia la segregación, diferenciación, especialización, funcionalidad, a no permitir ningún tipo de heterogeneidad en nuestro entorno, eso desdemocratiza y puede llevar a diversos tipos de radicalización en nuestra sociedad contemporánea”.
Precisamente, explicó Innerarity, debemos construir una “urbanidad” basada en la convivencia de esas diferencias “sin que sean percibidas como algo amenazador”. “Construir muros frente a fenómenos complejos, no solo es la mejor forma de no hacer nada, sino que, como decía, el sociólogo polonés, Zygmunt Bauman, lo único que genera es más hostilidad y hacer más explosiva una determinada situación”, añadió Innerarity.
Hacia las ciudades-red.
Al final de la conferencia el filósofo reflexiono sobre como deben ser las ciudades del futuro. “No podemos repetir la ciudad clásica, ni tampoco el modelo de contraposición entre la ciudad y el campo, ya que eso no tendría demasiado sentido. Debemos pensar en unos nuevos entornos de movilidad, globalización, tecnología, cultura, etc. El proyecto actual sería más una ciudad reticular, un modelo de ciudad-red, que no una ciudad con un centro muy poderoso y una periferia a su alrededor”.
Según Innerarity la ciudad ya no es solo un espacio físico sino más bien un concepto basado en “el proyecto de una vida urbana” y en una forma de “vivir urbanamente, vivir con la virtud de la urbanidad, más que vivir en una ciudad en el sentido literal. La ciudad es más bien algo simbólico o una metáfora del lugar donde es posible la convivencia entre los diferentes”. Como conclusión, Innerarity afirmo que “la urbanidad debería ser un valor que podría tener lugar en cualquier sitio de cualquier manera”. Por eso, pronosticó que cada vez más gente vivirá en las ciudades o viviendo el modelo urbano en nuestras relaciones sociales y nuestro entorno, gracias también a la digitalización.
Otra característica de las ciudades será su gran potencial como actor global que ya está ejerciendo desde hace algún tiempo. “Hablamos de las ciudades globales que cada vez se relacionan más con el mundo sin pasar por las estructuras de los estados. Las ciudades, las redes, las ONG, las universidades y ciertas organizaciones, están llamadas a gestionar mejor la europeización que no las naciones-estado”. Pero un reto muy importante será gestionar las crecientes desigualdades sociales que el coronavirus todavía ha puesto más al descubierto, por ejemplo, en cuanto a los diferentes tipos de viviendas, recursos, espacios públicos o de acceso a Internet y las nuevas tecnologías.
Ante todo esto, Daniel Innerarity, tiene una receta clara: “debemos mezclarnos, gente de diferentes edades y procedencias. Hay que equilibrar la concentración de inmigrantes en determinadas escuelas o barrios. A todos los niveles debemos tener experiencias positivas de la diferencia lejos de la idea del conflicto o las connotaciones negativas. Debemos recuperar, con una estrategia múltiple, la oportunidad de poner en valor la necesidad de lo común, de la diversidad y lo diferente”.