El papel internacional de las ciudades y de la Barcelona metropolitana
Mireia Belil
Geógrafa, consultora internacional, miembro del Comisariado del Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona (PEMB) en Metrópoli Abierta.
Las ciudades son cruces de caminos; puntos de llegada y salida de personas, de mercancías, de ideas; cunas de innovación, diversidad, solidaridad... La política exterior y las alianzas entre ciudades existen desde hace muchos siglos. Con los procesos de urbanización acelerados, la globalización y la necesidad de contar con los espacios urbanos y su población para resolver los grandes problemas globales, la presencia internacional de las ciudades han adquirido mayor centralidad: por la capacidad de impacto y cambio, y por la defensa del rol de las ciudades en la evolución mundial. Actualmente, la mayoría de las ciudades operan o quieren operar en el mundo, y su actividad convive con un complejo ecosistema de redes, plataformas, entidades y actividades de presencia internacional de las áreas urbanas que no siempre es eficiente ni complementario.
La presencia internacional de la Barcelona metropolitana es un buen ejemplo de cómo las ciudades pueden reivindicar su papel, su capitalidad y su liderazgo. Las ciudades han estado y están en el mundo por la cooperación al desarrollo; la solidaridad; la mediación en conflictos; la capacitación técnica; la atracción de personas, de inversiones, de visitantes, de estudiantes, de investigación, de grandes eventos o de actos culturales; el posicionamiento social, económico, cultural, institucional o político; la internacionalización de actividades, o la proyección de causas específicas en la agenda política internacional.
También es un buen ejemplo del trabajo realizado por muchas ciudades europeas, con mayor o menor acierto. Los últimos cuarenta años han sido años de mucho trabajo, no siempre coordinado ni siempre exitoso, a veces con pocos recursos y grandes dificultades. Todos estos procesos son complejos, sin recetas previas ni soluciones mágicas, y de trabajo a largo plazo. Desde sus inicios, la presencia internacional de Barcelona fue metropolitana, liderada por la ciudad. Las administraciones locales siempre fueron un actor importante, pero un participante más de acciones y actuaciones protagonizadas o lideradas por agentes con funciones y naturalezas muy diversas y dispares. La presencia internacional fue una suma de voluntades, necesidades, capacidades, posibilidades y oportunidades aprovechadas.
El papel internacional no era una opción: era una necesidad. Estar en el mundo e invitar al mundo a estar en la Barcelona metropolitana era, y sigue siendo hoy, una parte intrínseca del proyecto para conseguir una ciudad de mayor calidad de vida para todas las personas, más justa, diversa y propensa a la innovación. Es esencial para modificar la base económica, y conseguir los fondos y talentos imprescindibles para ofrecer una ciudad de calidad. La apuesta por la internacionalización era y es la otra cara de la moneda de la mejora interna de la ciudad.
La tercera década del siglo XXI ofrece un contexto que condiciona las posibilidades y oportunidades de las ciudades. También las de la Barcelona metropolitana.
La dimensión económica, poblacional y espacial de las áreas urbanas crece, y mucho, y se hace cuantitativamente más relevante. La metropolitanización de las ciudades, un fenómeno universal con morfologías y funcionalidades muy diversas, define los procesos de urbanización de este siglo.
La consolidación de Europa hace que la competencia y la cooperación entre territorios (ciudades, metrópolis, regiones urbanas, etc.) aumente. Los sistemas urbanos nacionales jerarquizados y funcionales se han roto y ahora las relaciones se establecen fuera de los circuitos tradicionales. La consolidación del sistema urbano europeo se superpone e interacciona con el sistema urbano estatal tradicional, desdibujándolo. Actualmente, en Europa existe un sistema dinámico, interdependiente y policéntrico que coexiste con los sistemas urbanos de los estados. A excepción de las capitales de estado consolidadas, que reconcentran poder y atractivo en toda Europa, el resto de ciudades necesita encontrar su nicho especializado en este sistema, en solitario o complementariamente con otras metrópolis.
En este entorno, surgen las geografías de geometría variable, de espacios de acción y de interacción discontinuos y de construcción de alianzas no necesariamente históricas, de consolidación de clústeres de áreas urbanas. En este sistema urbano, es esencial la emergencia de las nuevas ciudades globales, como Barcelona, Copenhague, Múnich, Viena o Ámsterdam, que buscan su nicho especializado en un sistema internacional.
Este contexto va acompañado de cambios en las estructuras de poder y autoridad, con la aparición de nuevos actores globales (como las empresas tecnológicas) y la transformación del poder de los estados y de los "bloques de estados". Se da una nueva situación de globalización asimétrica y de globalización regionalizada, que cambia el posicionamiento relativo de las distintas áreas metropolitanas. El retorno de posibles “bloques”, así como los conceptos de sostenibilidad, proximidad y soberanía, ofrecen espacios de posicionamiento distintos a los de hace unas décadas. Lo urbano cada día es más central, pero las ciudades, como agentes políticos, no necesariamente incrementan su poder, entendido aquí como el control (o la posibilidad de control) sobre los flujos de personas, mercancías, dinero y datos, y sobre las conexiones que se establecen entre estos elementos. No existen muchos agentes ni actores capaces de ejercer este control a escala global; por tanto, es esencial establecer alianzas, cooperar y construir redes de forma que permitan el posicionamiento para asegurar el progreso de la ciudad.
Los liderazgos y la capitalidad se construyen a partir de procesos complejos. Barcelona es la capital de un país, una lengua y una cultura. Su liderazgo se ha consolidado también basándose en la experiencia de las transformaciones urbanas, la excelencia y el reconocimiento de algunas políticas públicas, la innovación en la generación de conocimiento sobre áreas urbanas, la investigación puntera, la calidad de vida, la defensa de unos determinados valores, la solidaridad, etc. Todos ellos pueden formar parte de la construcción de un liderazgo en diferentes escalas territoriales, que en estos momentos se centran en Europa y en el Mediterráneo, sin renunciar a las alianzas estratégicas para el desarrollo de la metrópoli. En ocasiones, los territorios se clusterizan en torno a elementos puntuales, que seguramente no tenían una relación previa, pero que generan conexiones de valor para otras actividades, ofreciendo complementariedades y alianzas.
La presencia internacional de un área urbana y su reconocimiento requieren de muchos esfuerzos a largo plazo. La política exterior es parte intrínseca de la política urbana, de progreso económico y social, de la mejora de la calidad de vida de las personas y de la defensa de valores como la equidad, la sostenibilidad, la solidaridad y los derechos humanos. Aisladas y cerradas, las ciudades pierden la esencia y las oportunidades de innovación y progreso. La mirada metropolitana en la presencia internacional de Barcelona exige un esfuerzo de colaboración entre los diferentes niveles de gobierno y las diversas administraciones que operan en el territorio.
Los ámbitos local y global son complementarios y no antagónicos. La política internacional es parte de la cotidianidad para mejorar la calidad de vida de las personas. Si la presencia internacional es central para el progreso social y económico de la población y del territorio, la ciudadanía y sus organizaciones deben ser capaces de captar el valor generado por estas políticas y actividades de internacionalización. No siempre se logra explicar y dar visibilidad al valor de la presencia internacional, a veces porque la presencia de distintos actores de la sociedad es limitada, ya veces porque los ciudadanos solo detectan las externalidades negativas, inherentes a cualquier proceso que cambia las dinámicas habituales. Prever, planificar para limitar o compensar las posibles externalidades negativas (turismo masificado, gentrificación, nuevas desigualdades y burbujas, atracción de actividades ilegales, distorsiones del mercado de trabajo, etc.) de algunos logros internacionales se convierte en un elemento más de elaboración de las políticas públicas.
Al igual que la comunicación se realiza por multitud de canales distintos, la presencia internacional también contiene muchas voces en una misma conversación. Las imágenes y comentarios de los visitantes, los informes publicados en las webs de las empresas establecidas en una geografía concreta, las políticas y campañas institucionales, la prensa tradicional, las redes sociales, las investigaciones, las noticias aisladas, las fotografías retocadas o no, etc., todo marca la forma en que los demás nos ven, nos perciben y se acercan a nosotros. Pero esta complejidad y esta dispersión no son excusa para que quienes tienen mayor capacidad de influencia y poder no actúen de manera concertada. La situación social, económica y política obliga a concertar las estrategias internacionales, al menos de las administraciones que operan en el ámbito metropolitano. La confluencia en la estrategia ha hecho que ciudades como Oslo, Viena o Manchester puedan reforzar la presencia internacional y alcanzar resultados tangibles que repercuten en el bienestar y en el futuro de sus poblaciones. Estas confluencias requieren la construcción de alianzas complejas y a largo plazo, fuera de las coyunturas locales, ya que deben incorporar diferentes agentes y distintos ámbitos de actuación. Es una suma constante: una suma de saberes, voces y agendas, que se convierte en el bien más preciado de la política exterior.
Las ciudades necesitan estar en el mundo e invitar al mundo a aterrizar en él. Cuanto más densas e intensas son las relaciones internacionales y las presencias en el mundo, más oportunidades existen de desarrollo, de intercambio, de innovación, de conocimientos, de influencia, etc. Barcelona necesita seguir siendo un actor relevante, especialmente en Europa y en el Mediterráneo. Para ser eficaces en esta estrategia, es necesaria más capacidad técnica, más gobernanza multinivel, más liderazgo y un carácter más generoso, más visión de futuro y más valentía disruptiva, para romper las dinámicas del corto plazo y de la polarización.
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La autora del artículo reflexiona sobre la presencia de la gran Barcelona en el mundo después de moderar el debate “El papel internacional de la Barcelona metropolitana” dentro del ciclo La Transformación de la ciudad, organizado por la Fundación La Caixa y el Club de Roma, con el apoyo del AMB, la Diputación de Barcelona, ??el Ayuntamiento de Barcelona, ??el Ayuntamiento de Santa Coloma de Gramenet y el Ayuntamiento de El Prat de Llobregat.
Podéis leer la crónica del debate aquí.