Xavier Muñoz Pujol, que fue patrón de la Fundación Catalunya Europa y amigo personal de Diana Garrigosa Laspeñas, escribe este texto en memoria de Diana, un año después de la muerte de la que fue presidenta de la Fundación Cataluña Europa.
Al morir, "pasó sobre las cosas un aire fino, como un desmayo de rosas".
Todos llorábamos. Nadie podía haber esperado aquella desgraciada sorpresa. Pero la imagen que Diana nos dejaba era de coherencia, firmeza, discreción, delicadeza, fidelidad y esperanza. Y eso había cristalizado en todos nosotros.
Celosa de su libertad, buscó un lugar en el mundo, donde la privacidad le hiciera compañía. De carácter férreo, se encaminó con voluntad hacia su plenitud. Animada en los temas informáticos de la UAB, encontró el proyecto de su vida: creatividad, responsabilidad personal y un lugar en la escala de valores. Pero antes tuvo que escoger. Había topado con el intangible amor. Un hombre extraordinario que requería una compañía extraordinaria.
Irremediablemente, por decreto, Diana debía ser "complemento" cuando la naturaleza la había hecho protagonista. En su camino de mujer, madre y esposa se interponía una gran utopía, al servicio del pueblo. Lo que en la práctica significaba asumir ideales, pasiones, problemas ineludibles. Presencias insustituibles, enfrentamientos serios y banales de la política en complicidad con el protagonista, que a menudo suponía una contrariedad de sus anhelos cotidianos.
Rodando a toda velocidad en coche hacia Barcelona, aposentado junto a Pascual, me confesó: "Diana no debería haberse casado nunca conmigo. Le estoy fastidiando la vida". Con eso significaba que conocía el precio que ella pagaba por su compañía. Los amigos estábamos tranquilos, pero porque los ojos de enamorada de Diana nunca bajaron los párpados, ni en los momentos más duros de una convivencia generosa y esforzada.
Diana cuidaba sus amigos y cuando alguien se iba, le velaba hasta el último momento, con discreción. Amaba a los que se le acercaban por lo que ellos eran y no por lo que representaban. Poco antes de morir había dicho a una de sus mejores amigas: "Ahora estoy tranquila. Dejo las cosas arregladas". Sin duda, las fundaciones Maragall se habían consolidado gracias a ella. Prenda de amor.