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¿Renovamos el país? La transición energética y la cuestión territorial



La transición energética como oportunidad.

Artículo de Joan López, miembro del Grupo de Estudios sobre Energía, Territorio y Sociedad (Gurb) de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).

 

Cataluña se encuentra inmersa en una transición energética que debe llevarla, en pocas décadas, a un cambio de modelo basado en cuatro pilares fundamentales: la reducción del consumo de energía final a partir del ahorro y la eficiencia; la utilización de la electricidad prácticamente como única fuente de energía secundaria; la sustitución de los combustibles fósiles por fuentes renovables de energía primaria (solar, eólica, geotérmica, de las mareas u otras que se sumen a la hidráulica tradicional), y la sustitución de un modelo de gestión centralizado por otro de generación distribuida que no sólo acerque las infraestructuras de generación a los puntos de consumo, sino que devuelva a la ciudadanía el control y la gestión de su energía.

Esta transición, generalizable en el resto del mundo, es necesaria para combatir los impactos provocados por el modelo energético hegemónico hoy, basado en el consumo de combustibles fósiles, como la contaminación del aire, de los suelos y de las aguas; el cambio climático derivado de las emisiones de gases de efecto invernadero, o la aparición de graves desigualdades, tanto locales como a escala planetaria, en el acceso a la energía. Pero, además, también es ineludible, dado el agotamiento del carbón, del petróleo, del gas natural y del uranio en las próximas décadas.

La mayoría de los territorios de nuestro entorno han iniciado, con mayor o menor intensidad, este proceso de transición y, aparte del potencial diverso de recursos renovables en cada caso (irradiación solar, viento, etc.), todos ellos encaran las mismas dificultades económicas , tecnológicas o de disponibilidad de los materiales necesarios. En Cataluña, en los últimos años se han dado pasos importantes para facilitar esta transición. Desde los primeros mapas de potencial eólico y solar hasta la configuración de un marco legal que conjugue los intereses de los múltiples agentes implicados y, últimamente, la elaboración de una Prospectiva energética de Cataluña, que sienta las bases del futuro escenario 100% renovable en Cataluña.

Sin embargo, lo cierto es que Cataluña muestra cierto retraso en el desarrollo de la transición energética, por comparación tanto de la mayoría de las comunidades autónomas españolas como de otros países europeos. Un ejemplo es el hecho de que, mientras en Cataluña, la potencia instalada para la generación de electricidad a partir de energía eólica y solar representa el 13,4% del total, en el resto de comunidades llega al 46 %, en promedio. Esta situación ha hecho que numerosas voces reclamen acelerar la transición energética en Cataluña, de modo que la sitúe en los niveles de generación renovable de sus vecinos. Sin dejar de reconocer esta urgencia, es necesario identificar las causas de este retraso.

Es posible que el retraso responda a la falta de iniciativa, a las dificultades de entendimiento entre los agentes implicados oa la poca agilidad de las administraciones. Pero también es posible que en Cataluña se esté otorgando especial importancia al debate surgido en torno a la transición energética. No se trata de un debate sobre la conveniencia o no de la transición sino, habiendo asumido que es necesaria y entendido sus beneficios indiscutibles, sobre la necesidad de garantizar que esta transición beneficie al conjunto de la sociedad y, sobre todo, a las generaciones futuras . Es decir, que sea ambientalmente sostenible, socialmente justa, territorialmente equilibrada y económicamente viable.

A la luz de los primeros indicadores, el debate parece ser justificado. En 2020, el 53% de la potencia instalada en Cataluña para la generación de electricidad eólica y fotovoltaica se concentraba en seis comarcas donde, por otra parte, sólo residía el 3,5% de la población catalana. Esta potencia, además, correspondía principalmente a grandes parques solares y eólicos (96%) y sólo una pequeña parte a instalaciones de autoconsumo (4%). Estos parques, aparte de su impacto sobre el paisaje, ocupaban grandes extensiones de suelo, muchas veces de alto valor agrícola o forestal: el 96% de la superficie ocupada por los parques solares había sido antes tierra de cultivos, en buena parte, de regadío. En el caso de las instalaciones de autoconsumo, su impacto sobre el medio es notablemente inferior, pero su aprovechamiento parece ser reservado, de momento, a las capas más acomodadas de la población: entre el 10% de la población con la renta más alta, el número de instalaciones de autoconsumo fotovoltaicas es de 2,69 por cada 1.000 habitantes; para el 10% con menor renta, este ratio se reduce a 0,07.

Así pues, la preocupación por esta evolución parece justificar el debate y el consiguiente retraso de la transición energética en Cataluña respecto a sus vecinos. Y, al mismo tiempo, permite interpretar este retraso en clave de oportunidad para planificar la transición de una forma que escuche las diversas voces que alertan de los impactos irreversibles de una transición precipitada, que reclaman tomar en consideración todos los vectores ambientales, sociales y económicos que se ven afectados, o que tratan de hacer compatibles los intereses de todos los agentes a partir de un reparto más justo de las cargas y beneficios que comporta esta transición.

El Plan territorial sectorial para la implantación de las energías renovables en Cataluña, que se encuentra ahora en fase de redacción, tiene la responsabilidad de responder a estos requerimientos. Si su elaboración se dilata en el tiempo, habrá que dar la razón a quienes reprochan su lentitud a las administraciones y al conjunto de la sociedad. Pero si, en un plazo de tiempo relativamente corto, es capaz de plantear una transición ordenada, integral y abierta a la participación, podrá hablarse de un modelo catalán de transición energética. Un modelo sensato, alejado de las precipitaciones y, en definitiva, que enmarque la transición energética en un proceso más amplio de transición ecológica.

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El autor del artículo reflexiona sobre la transición energética como oportunidad después de moderar el debate "¿Renovamos el país? La transición energética y la cuestión territorial" dentro del ciclo La Transformación de la ciudad, que está organizado por la Fundació Catalunya Europa , La Fundación La Caixa y el Club de Roma, y ??la Sociedad Catalana de Ordenación del Territorio, con el apoyo del AMB, la Diputación de Barcelona, ??el Ayuntamiento de Barcelona, ??el Ayuntamiento de Santa Coloma de Gramenet y l Ayuntamiento del Prat de Llobregat.

Puede leer la crónica del debate aquí.